miércoles, 7 de julio de 2010

Se cruzaron sus miradas cuando menos lo quisieron.
-¡Deja de hacer eso! -decía ella-.
-¿El qué? ¿Ésto? -decía él, mientras sonreía-.
-Sí, eso, y no seas tonto; para.
-¿No te gusta verme sonreír?
-Sí, sí me gusta... me gusta demasiado.
Él no la comprendía, así que ella lo aclaró.
-No quiero que sonrías porque no puedo soportarlo. Y no puedo porque me haces sonrojarme. Y odio sonrojarme delante de ti.
-Pues a mí me gusta que sonrías para ver lo bonitos que te quedan los hoyuelos en la cara, y me gusta sonrojarme para comprobar que sigues siendo igual de especial.